jueves, 4 de agosto de 2016

GEORG KERSCHENSTEINER

GEORG KERSCHENSTEINER (1852-1932)


Georg Kerschensteiner fue un educador popular en el verdadero sentido del término. En todas sus variadas actividades de maestro, director de escuelas públicas, político y profesor universitario, dio prueba de un constante interés en llevar a la práctica sus creencias teóricas. Pese a su originalidad, e incluso singularidad, como individuo y como pedagogo, era profundamente consciente de las raíces históricas de que procedían su reflexión y sus aspiraciones, y sus principales puntos de referencia fueron la filosofía educativa de Johann Heinrich Pestalozzi, la vasta visión sociológica de la educación de John Dewey y la perspectiva cultural-histórica de Eduard Spranger. Sus logros se basan en tres importantes objetivos interdependientes: la enseñanza profesional y la responsabilidad cívica como elementos primordiales de la educación general; como derivado de ello, un concepto de la educación que recalque los vínculos entre la educación y la vida, y el intento de asentar este sistema de educación en el contexto más amplio de una filosofía de la cultura. Cuando calificamos de clásica la labor de toda la vida de un hombre, lo que queremos decir probablemente es que ha conseguido dar forma y representar de modo coherente un conjunto de ideas que son a la vez una respuesta a los problemas apremiantes del momento y, al propio tiempo, una manifestación de la constante preocupación por problemas fundamentales que no se limitan al presente. Si aceptamos esta definición, podemos considerar que las obras de Kerschensteiner pertenecen desde luego al canon clásico de los escritos sobre la educación (Röhrs, 1991).
Los escritos de Kerschensteiner se consideran en general un ejemplo brillante de la voluntad pedagógica de renovar la educación en Alemania, a partir de la práctica. En el curso de su carrera Kerschensteiner pasó por todos los niveles de la actividad docente. Tras un período inicial en que fue maestro de escuela elemental, estudió matemáticas y física, lo que le permitió llegar a ser profesor de “Gymnasium” (escuela secundaria selectiva). Entre 1895 y 1919 ocupó el cargo de director de las escuelas públicas de Munich, y fue en esta época cuando adquirió renombre mundial. En Munich fue donde desarrolló la Fortbildungsschule [literalmente, escuela de perfeccionamiento] convirtiéndola en una escuela de formación profesional por derecho propio, y alentó los trabajos prácticos en las escuelas, de conformidad con su idea de la Arbeitsschule [escuela del trabajo]. A partir de 1919 fue profesor en la Universidad de Munich. En este contexto práctico tomó forma su obra escrita. En su primer libro, Betrachtunger zur Theorie des Lehrplans [Reflexiones sobre una teoría de los programas de estudio] (1899), critica el sistema educativo de Herbart por lo que llama su “formalismo”. Kerschensteiner estaba plenamente convencido de que las escuelas debían verse a sí mismas como elementos productivos de la sociedad, opinión que desarrolló en su trabajo Die staatsbürgerliche Erziehung der deutschen Jugend [La educación cívica de la juventud alemana] (1901), con el que participó en un concurso organizado por la Academia de Ciencias de Erfurt. Esta idea esencial en su concepción del papel de la educación fue ampliada más tarde en su tratado Der Begriff der staatsbürgerlichen Erziehung [El concepto de la educación cívica] (1907).

Toda su vida fue un combate para encontrar las respuestas justas a los problemas cotidianos, que siempre le preocuparon, incluso cuando fue nombrado director de las escuelas públicas, y más tarde profesor universitario. Para Kerschensteiner los problemas de la enseñanza y la educación eran una fuente de inspiración de la que extraía la inventiva típica de todo pedagogo merecedor de este nombre. Su personalidad encarnaba en la práctica lo que propugnaba en la teoría: fuerza de carácter en la búsqueda de los objetivos propios, diligencia en el pensamiento y la acción y responsabilidad política. Estas características aparecen una y otra vez en sus trabajos. Y por ello la obra de Kerschensteiner nos parece relevante para el futuro, y la conservación de su legado es un imperativo para el presente


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