GEORG KERSCHENSTEINER (1852-1932)
Georg Kerschensteiner fue un educador popular en el
verdadero sentido del término. En todas sus variadas actividades de maestro,
director de escuelas públicas, político y profesor universitario, dio prueba de
un constante interés en llevar a la práctica sus creencias teóricas. Pese a su
originalidad, e incluso singularidad, como individuo y como pedagogo, era
profundamente consciente de las raíces históricas de que procedían su reflexión
y sus aspiraciones, y sus principales puntos de referencia fueron la filosofía
educativa de Johann Heinrich Pestalozzi, la vasta visión sociológica de la
educación de John Dewey y la perspectiva cultural-histórica de Eduard Spranger.
Sus logros se basan en tres importantes objetivos interdependientes: la
enseñanza profesional y la responsabilidad cívica como elementos primordiales
de la educación general; como derivado de ello, un concepto de la educación que
recalque los vínculos entre la educación y la vida, y el intento de asentar
este sistema de educación en el contexto más amplio de una filosofía de la
cultura. Cuando calificamos de clásica la labor de toda la vida de un hombre,
lo que queremos decir probablemente es que ha conseguido dar forma y
representar de modo coherente un conjunto de ideas que son a la vez una
respuesta a los problemas apremiantes del momento y, al propio tiempo, una
manifestación de la constante preocupación por problemas fundamentales que no
se limitan al presente. Si aceptamos esta definición, podemos considerar que
las obras de Kerschensteiner pertenecen desde luego al canon clásico de los
escritos sobre la educación (Röhrs, 1991).
Los escritos de Kerschensteiner se consideran en general
un ejemplo brillante de la voluntad pedagógica de renovar la educación en
Alemania, a partir de la práctica. En el curso de su carrera Kerschensteiner
pasó por todos los niveles de la actividad docente. Tras un período inicial en
que fue maestro de escuela elemental, estudió matemáticas y física, lo que le
permitió llegar a ser profesor de “Gymnasium” (escuela secundaria selectiva).
Entre 1895 y 1919 ocupó el cargo de director de las escuelas públicas de
Munich, y fue en esta época cuando adquirió renombre mundial. En Munich fue
donde desarrolló la Fortbildungsschule [literalmente, escuela de
perfeccionamiento] convirtiéndola en una escuela de formación profesional por
derecho propio, y alentó los trabajos prácticos en las escuelas, de conformidad
con su idea de la Arbeitsschule [escuela del trabajo]. A partir de 1919 fue
profesor en la Universidad de Munich. En este contexto práctico tomó forma su
obra escrita. En su primer libro, Betrachtunger zur Theorie des Lehrplans
[Reflexiones sobre una teoría de los programas de estudio] (1899), critica el
sistema educativo de Herbart por lo que llama su “formalismo”. Kerschensteiner
estaba plenamente convencido de que las escuelas debían verse a sí mismas como
elementos productivos de la sociedad, opinión que desarrolló en su trabajo Die
staatsbürgerliche Erziehung der deutschen Jugend [La educación cívica de la
juventud alemana] (1901), con el que participó en un concurso organizado por la
Academia de Ciencias de Erfurt. Esta idea esencial en su concepción del papel
de la educación fue ampliada más tarde en su tratado Der Begriff der
staatsbürgerlichen Erziehung [El concepto de la educación cívica] (1907).
Toda su vida fue un combate para encontrar las respuestas
justas a los problemas cotidianos, que siempre le preocuparon, incluso cuando
fue nombrado director de las escuelas públicas, y más tarde profesor
universitario. Para Kerschensteiner los problemas de la enseñanza y la
educación eran una fuente de inspiración de la que extraía la inventiva típica
de todo pedagogo merecedor de este nombre. Su personalidad encarnaba en la
práctica lo que propugnaba en la teoría: fuerza de carácter en la búsqueda de
los objetivos propios, diligencia en el pensamiento y la acción y
responsabilidad política. Estas características aparecen una y otra vez en sus
trabajos. Y por ello la obra de Kerschensteiner nos parece relevante para el
futuro, y la conservación de su legado es un imperativo para el presente
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